"Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación; la que te guste;
todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes...
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides... Gracias. Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido..."
Voy a dormir. Alfonsina Storni
Trascendió Chavela Vargas. Quienes la queríamos
nos quedamos somnolientos, apesadumbrados, con una mancha negra en medio del
alma. Seguimos en las tablas con una procesión por dentro.
Nos quedamos de
este lado del lago, haciendo un tratamiento razonable de las emociones. Sabemos
que abraza hoy a la llorona en la más absoluta felicidad.
Nos quedamos
huérfanos de la voz con olor a quebranto, seguros de que está sonriendo.
"Aquí termina
mi historia que comenzó de la nada, dame la mano llorona que vengo
muy lastimada", le cantó Chavela al ángel negro, después de muchos
intentos, a los 93 años de vivir en este cuerpo, le respondió. La cobijó en su
regazo y llevándola en su seno, con el medallón de la Chamana colgando en su
pecho, la hizo inmortal.
Mientras el último
soplo mortal salía de su cuerpo, para internarse en el viaje más maravilloso
del alma, yo acudía a la soledad abrupta, en donde el silencio devora y la
soledad asusta.
Chavela es el
retoño del México que cumple los sueños de los que llegan de fuera para
quedarse, del país que les adopta como hijos propios y les dar de comer.
Ella fue el juguete
roto, al que un nuevo lugar, dio amores y cálidos nuevos recuerdos. Chavela fue
el reflejo en el espejo del México que nos ayuda a levantarnos cuando nos
hacían muertos.
Fue la inspiración
para los que hundidos por el llanto buscamos a nuestras fridas, a nuestros
pedros, a los diegos y a los josés que nos alienten a reír, amar y de nuevo a llorar.