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29/6/10

Pequeñas decepciones

Hay ocasiones en las cuales las miradas de las personas –conocidas o no- tienen un brillo especial. Es una sensación de confianza, entrega, dedicación y afecto. De forma natural ofrece lo más valioso que puede ofrecer: la espontaneidad y el sentido de la presencia.

En un lugar no convenido e inesperado alguien ofrece pequeñas vivencias en forma de sonrisas y de complicidades. Observas, piensas por unas milésimas de segundo, después, sin mayores explicaciones aceptas esas pequeñas entregas.

Sin embargo, si las bifurcaciones de la vida, -un día cualquiera- te posibilitan volver a verle, ese día, sin motivos aparentes, no te ofreciera esa pequeña entrega, posiblemente te quedarás inmóvil –otras milésimas de segundo- vuelves a pensar, y te preguntas: ¿porque razón desapareció esa entrega?, ¿que ha pasado desde la ultima vez?

Allí está el génesis de las decepciones. Te enteras que las personas desconocidas también fabrican pequeñas decepciones, lo mires por donde lo mires: un día sonríen y otro se comportan ajenas a toda emoción.

Aprendes a recibir esas emociones cuando llegan con naturalidad. Vives con ese sentido de impermeabilidad hasta que esas cosas sin sentido suceden.

Te enfrentas contigo mismo y te dices que tú también lo has hecho, tú también miraste, sonreíste y le brindaste esos gestos. Al cabo del tiempo tus ocupaciones, tu rutina o tu humor hicieron no prestar la misma atención. Todos estamos llenos de pequeñas decepciones.

Luego valoras más esas pequeñas entregas anónimas, porque sabes que algo inexplicable las motiva, y sin mayor razón les das cabida.