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21/11/09

La carta del viejo amor

Daniel estaba acostado en su cama, somnoliento, eran las diez de la mañana, miraba el techo de su cama, no se había parado a apreciar esa vista tan absurda; De pronto escucho la palanca del buzón, el cartero había dejado correspondencia. Aburrido y sin nada más que hacer, se levantó y se dirigió al buzón. Abrió la puerta, cruzo el jardín hasta la acera con la ropa de estar en casa –un short de algodón, color gris y una camisa del mismo color-.

Movió la rejilla que protegía la parte trasera del buzón y saco tres cartas, la primera era de la compañía eléctrica, la segunda era del agua y una tercera de un viejo amor… una inusual carta, de las pocas que recibía. En los últimos seis años no había recibido una carta de algún amigo o familiar, no solo es un hombre solitario, sino también alguien a quien se olvida muy fácil – es de esas personas que no se recuerdan por nada especial, y que se olvidan muy pronto-.

Observo el sobre, cerró los ojos, su cara se frunció con un asombroso giño de complicidad con la vida, últimamente la estaba pasando mal, y allí estaba lo que necesitaba, algo que le dijese que seguía existiendo.

Apresuro el paso en los dos metros que separan su puerta del buzón, entro a su casa sin sacudirse los pies en la alfombra gris que siempre posa a su entrada –algo inusual para un hombre tan maniático de la limpieza-.

Y así empezó la lectura de la carta, sabiendo que en las peores mañanas alguien puede despertarnos el sentido de la existencia y separarnos abruptamente de esa sensación de soledad, incluso alguien de quien hacía mucho tiempo que no sabíamos nada, o alguien que no significo nada en nuestras vidas. Lo importante es que alguien lo había pensado, había reconstruido esa imagen de comunicación, esa conexión, ese interés…

“Como yo, tú has buscado a donde encajar, a donde tener ese espacio… y nunca lo hemos encontrado fuera de nosotros mismos, porque el mundo es demasiado hostil para encontrar nuestro propio lugar, creo que los dos somos así, tú con tu genio, la importancia innegociable que le das a tu trabajo y yo con mi irremediable sinceridad.

Aun con eso, no te he olvidado. Quiero que volvamos a estar juntos, no me importa que es lo que deba hacer, dime que aun hay cosas que no has hecho, cosas que no has vivido, y así mismo te diré que me gustaría estar allí para vivirlas contigo.

Los primeros días pensé en escribir esta carta, pero aborte la idea, pensaba que era una estupidez, con los meses la necesidad de decírtelo fue creciendo, muchas veces fui a la oficina de correo, pero cuando, estaba a punto de echar la carta lo dudaba… así pasaron los años, hasta que comprendí que somos humanos y que tu sabes al igual que yo, perdonar.

Así que… aquí esta está carta, finalmente está siendo leída por tus ojos –si no ha desaparecido el avión, barco, tren, coche o cartero que la llevo hacia tus manos- dime por favor cualquier cosa que se te ocurra, a estas alturas de nuestras vidas, seguramente es mas lo bueno que recordamos, que lo malo que sucedió.”

Daniel se ahogo en una larga carcajada, su risa empezó a desvanecerse de manera descendente hasta que sus lagrimas empezaron a brotar… sin importar lo que respondiese, allí estaba, una persona interesada en él, alguien del pasado había regresado.