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22/10/09

El sacrificio y yo.

Yo soy capaz de sacrificar muchas cosas,

Mi amor. Tengo la osadía de sacrificar el amor que tanto cuesta obtener, lo hago cuando debo proteger ese sueño, ese sentimiento y ese deseo, procuro escabullirme y no amar mas. Procuro amar lo suficiente como para vivir el momento, pero no entregar el corazón. Lo mismo lloro por una despedida que por un encuentro, pero todo con medida.

Mis luchas. Tengo la fuerza para luchar por mis ideas y mis ilusiones y mis propiedades, incluso hasta límites insospechados, tengo la osadía de retar a las cosas que parecen venir en contra, a las grandes tormentas, a los fuertes vientos, cuando se agota la fuerza de mi mano derecha, sigo con la izquierda… pero hay un momento en que dejo que todo pase, que todo caiga. Nunca pierdo la fuerza, por experiencia creo que no es cobardía, es una sabia decisión, porque dejo que esa fuerza bruta con la que la adversidad me ataca, se disipe y así renuevo energías para seguir la batalla y el camino cuando esté dispuesto.

Mis recuerdos. Procuro no engañarme a mí mismo, en primer lugar, luego a los demás, y por último, que no me engañen, pero si las cosas no están del todo bien, vuelvo a lo básico, a estar por encima de lo verdadero y lo falso, simplemente suprimo lo que no quiero y sigo adelante. Pero hay algo por lo que no lucho, mi memoria. Muchas veces pongo mis recuerdos en un cajón para que puedan descansar, los cojo cuando debo moverme de lugar, pero siempre puedo arriesgar mis recuerdos, porque nunca he pertenecido al pasado.

Incluso mis amigos, incluso las cosas más valiosas las puedo sacrificar momentáneamente, una amistad profunda y añeja, porque hay caminos que solo podemos transitar solos. Esto no merece discusión, hay ciertas veredas que se cruzan mejor si lo hacemos a nuestro ritmo, a nuestra velocidad.

Pero nunca mi esperanza. Quizás pierda las cosas en las que crea, la visión de la realidad, la compasión de quienes me quieren, la compañía de quienes me aman, la preciosa vista de los lugares donde nací y crecí… esa complicidad de las cosas materiales que hacen mi vida más cómoda, quizás las pierda, pero nunca pierdo mi esperanza, mi esperanza está más allá de lo bueno, lo correcto y lo importante. Es esa energía que recorre mi cuerpo cuando reconozco un buen aliado, una buena idea o un buen camino. Esa misma energía cuando reconozco un error, cuando repaso mil veces una palabra, cuando creo que mañana es el siguiente día…

y... justo allí, se cierra el círculo, y aparece ante mí un nuevo paraíso prometido, donde las cosas no son como antes, pero todo es más justo, en donde he aprendido del camino, en donde he aceptado mis errores, he conocido a los que de verdad me aman, me piensan y me vigilan con sus ojos protectores, pero lo más importante: he detectado lo que verdaderamente me importa.