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24/4/11

Volver con el recuerdo

Volver con el recuerdo no es vivirlo. Nos habían contado esa historia que “recordar es vivir” pero, contra todo pronóstico, es falsa. Ayer decidí a recordar a Maurin, y no puede tocarlo. Olvidé sus ojos, olvidé su cara y olvide su aliento. Ya no sé cómo sabía su rostro de dos días sin afeitar, no puedo volver a vivir esas cosas singulares que tanto valoré, por mucho que lo intente.


Quince años han pasado frente a mis ojos, el cielo se puso azul muchas veces, el agua del rio corrió miles de kilómetros, ya cayeron quince inviernos, y Maurin es solamente un recuerdo difuso. Puedo hacer un sobre esfuerzo, pero seguramente el rostro que surgiría sería producto de la imaginación, nada sería real.


Maurin aparece con sus camisas a rayas, con su sonrisa en búsqueda de complicidad, aparece con una botella llena de arena seca, aparece en forma de onda sonora con voz de aquel viejo teléfono verde, y en otras él aparece con aquellos tontos regalos, pero nunca aparece completo, siempre es en pedazos, en trozos de recuerdos mal compilados.


Buscar recuerdos, no sirve para nada, y tampoco podemos volver a vivirlo, hay un limbo donde las cosas no se quedan congeladas, sino que avanzan, como en un camino azul lleno de nubes, cada quien sigue sus ruta, cada cosa se queda, cada experiencia desaparece a la misma vez que se realiza. Bifurcaciones de los hechos, castigo de la memoria.


La inmortalidad del recuerdo se construye con imaginación. Nadie volverá allí, y yo tampoco estaré allí. Maurin, y todo lo que aconteció en ese momento es pasado. Incuestionable pasado.