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11/4/10

Todos los momentos con Rodrigo

Rodrigo, yo y todos los momentos que vivimos son raros, pocos y sin ningún sentido. Lo primero que recuerdo de él es verle caminando por la calle mientras tomaba un refresco energizante, llevaba puesta una camisa negra sin mangas.

Creo que llevaba unos pantaloncillos cortos y unos zapatos deportivos. Llamé su atención con la bocina del Mazda 626 mientras conducía frente a un bar en la Avenida del Hipódromo –Hoy mal llamada con otro nombre- , escucho el sonido y volvió su mirada, me saludo como que me conocía desde hacia unos dos años.

Me detuve diez metros adelante, espere que se acercara al coche – mientras él se acercaba Almu gritaba con una mezcla de alegría y miedo-, se acerco a la ventanilla del coche, me miró, sonrió y mientras se alejaba me dijo “disculpa, pensé que eras alguien a quien conozco”, -pensé que estaba loco, quien había llamado su atención fuí yo-, le dije que me interesaba mucho conocerle, que subiese al coche.

Le convencí rapidamente, no tuve que repetir nada más.

No fue nada perezoso, se subió al coche, dimos un par de vueltas, mientras me decía su nombre, su edad, su lugar de trabajo y su número de móvil.

Tres días después llego a mi casa, previa conversación inútil al sexo de primera vez, fuimos a mi habitación, y me dijo que tenía algunos vagos recuerdos de sus relaciones anteriores, que le gustaría que yo sobrepasara esas expectativas, en cuanto labios, boca y lengua se refiere.

Había abierto las ventanas del pequeño patio, ventanas desde las cuales miraba las de Almu -vivía en el apartamento de arriba- , así que las ventanas estaban abiertas para que ella se enterase de la conversación, pero sobre todo de los sonidos excitantes que preveía, saldrían esa noche.

Al final me puntuó con un siete el muy hijo de puta.

A parte de su solicitud para ponerle un negocio también recuerdo que al verle caminar en la calle pensé que era el hombre que jamás tendría en mi cama, y al tenerle en mi cama, pensé que jamás le volvería a ver lejos de ella.

La imaginación muchas veces nos juega bromas.

Por una tarde, San Benito parecía alguna Ciudad de la vieja Mitología Griega, Rodrigo era el Adonis que mostrando sus encantos paseaba por las calles, tan hermoso que Afrodita –yo- quedé hechizado por su belleza, traté de encerrarlo en un cofre, pero sin dárselo a Perséfone –Almu-.

Como había sucedido entre las dos diosas según la mitología hubo una pequeña disputa porque Almu también descubrió el tesoro que significaba la belleza de este Adonis , esta vez la disputa entre dos diosas terrenales no fue resuelta por ningún Zeus, sino por su desaparición del objeto del deseo.

Después de dos semanas de paseo por el olimpo la mortalidad volvió a mi, el adonis se fue llevándose consigo su sonrisa inquieta, su camisa negra y dejándome la certeza que los dioses son hedonistas empedernidos.